Su apellido tiene una sonoridad especial labrada sobre los escenarios, y su sola mención evoca momentos mágicos y despierta emociones en el público. Todo eso fue aprovechado por el locutor que lo presentó en la ronda final del Pre Cosquín, cuando se consagró mejor narrador costumbrista, título que lo hizo merecedor de subir esta noche al Atahualpa Yupanqui, en la octava luna de la fiesta mayor del folclore argentino.
“En los 60, una mujer llegó a Cosquín e hizo historia. Hoy, nuevamente el apellido Sosa viene al escenario para andar su destino”, fue la presentación que recibió Kike Sosa la noche de su victoria. El premio lo recibirá de manos de su máximo referente: el maestro de los relatos, Luis Landriscina.
“Él es mi ídolo, porque fue quien creó esta categoría; deseo tener un encuentro directo, para aprender de su experiencia”, afirma el narrador tucumano, perseguido todavía por la emoción de haber sido mencionado por los conocedores, más de una vez, como el sucesor del cuentista chaqueño.
Sosa lleva en su sangre una conjunción casi perfecta para el folclore: hijo de un hachero santiagueño, Segundo Estratón Sosa (“heredé su picardía”, dice), y de una tucumana del linaje de los Miranda Villagra. La de este año fue su segunda final en el rubro; la anterior la perdió contando la sacrificada vida de su padre en los montes.
“Esta vez gané con la historia de La Viyula, una mujer que vive en villa Nueva Esperanza y que conocí cuando yo trabajaba haciendo carbón. Es dueña de una radio y es la locutora, con un estilo muy particular de decir las cosas, porque le gustan mucho los chismes. Me centré en cuando el hijo le dice que va a casarse y en su reacción, con agregados míos y la creación de situaciones que no existieron en realidad. La plaza estalló en risas y en aplausos. Pero ella todavía no lo sabe”, agrega, casi en secreto.
Identifica su estilo como clásico: cuenta una situación con humor campechano y el chiste llega en el remate, como aprendió escuchando a Landriscina.
Llegar a Cosquín no le fue fácil. “Pedí ayuda al Gobierno y hasta inicié un expediente, pero me dijeron que no había recursos. Fui por las mías, y ni siquiera pude llevar a un guitarrista para que me acompañe. Como no tenía plata, me quedé los 10 días de competencia del Pre Cosquín (llegó luego de superar la instancia local de selección), recitando en los balnearios a cambio de comida y vendiendo mis CD. Le agradezco a Susana y a Juan Carlos, que me hospedaron en La Casa de Jujuy”, termina, como quien cuenta un sueño.